Un enredo que empieza en el Jurásico
Tanto en el trabajo de 1898 como en el de 1902, Vidal le da, de forma tentativa, una edad jurásica (Vidal, 1898), para después concretar la adscripción al estadio Kimmeridgiense (hace entre 155 y 152 millones de años) después de realizar los primeros estudios científicos sobre la flora, la fauna y la litología (Vidal, 1902). Para Vidal, entre los fósiles y la composición lítica de la Pedrera había grandes similitudes con los yacimientos Jurásicos de Cerin (Francia) y Solnhofen (Alemania), aunque estos últimos eran considerados ligeramente más modernos, de edad Titoniense (hace entre 152 y 145 millones de años).
Esta propuesta de edad Jurásica para el yacimiento de la Pedrera se mantuvo hasta los años 30 del siglo XX. Dalloni (1930), Chevalier (1932) o Broili (1932) datan estas litográficas en el Jurásico superior. Chevalier menciona un descubrimiento de Faure Sans; un vegetal identificado como Onychiopsis mantelli, una planta recuperada en yacimientos del Cretácico inferior, pero no lo tiene en cuenta en lo que a revisar las dataciones originales se refiere. Broili, que había visitado la colección de fósiles de la Pedrera en el Museo de Geología de Barcelona, durante el XIV Congreso Internacional de Geología del año 1926, lleva a cabo un estudio de los yacimientos litográficos de Cerin, Solnhofen y Rúbies y confirma una edad del Titoniense para el yacimiento catalán, principalmente por consideraciones sedimentológicas y estratigráficas.
Los estudios micropaleontológicos cambian la edad
El primer cambio en relación a la edad del yacimiento lo hace Krusat (1966). En su trabajo menciona el estudio micropalentológico con ostrácodos y foraminíferos que le permiten decir que nos encontramos en una edad comprendida entre el Titoniense superior hasta el Barremiense (de 132 a 124 millones de años), pero no se atreve a adelantar más en la precisión cronológica. En lo que se refiere a la formación del yacimiento, Krusat propone que éste se formó en unas lagunas muy cercanas a la costa. Para él, las plantas que aparecen fueron arrastradas por las trombas de agua y el mismo lago era el biotopo para peces, reptiles, crustáceos y foraminíferos. Posiblemente, según Krusat, todo el área de depósito de sedimentos estaba separada del mar abierto, al norte, por una fina barrera que podría ser permeable a migraciones de fauna marina.
A principios de los años 70 aún hay dudas sobre la edad y Delmas et al. (1971) y Via (1971) solamente reportan las edades ya propuestas que oscilan entre el Kimmeridgiense y el Barremiense (entre 155 y 124 millones de años).
Un estudio en detalle de los minúsculos crustáceos (ostrácodos) preservados en las losas litográficas permite a Peybernés y Oertli (1972) hacer una datación en el tránsito entre el Berriasiense y el Valanginiense (unos 140 millones de años). Otro estudio de los ostrácodos afina la datación en Berriasiense superior-Valanginiense inferior (Brenner et al. 1974). Esta datación, ya aceptada plenamente por Barale (1984), le permite proponer a este yacimiento como pionero para la aparición de las primeras angiospermas conocidas. Otra pista que apuntaba hacia una edad similar fue la identificación del género de planta Frenelopsis (Barale 1973), de edad cretácica, cosa que reforzaba la propuesta anterior.
Finalmente, dos trabajo en la década de los años 90, proponen una nueva datación, Ansorge (1993), en base al estudio de insectos en heces fosilizadas (coprolitos) y Martín-Closas y López-Morón (1995), en base al estudio de estas carofitas, proponen una edad de Barremiense (130-125 millones de años), que es la que tiene más amplia aceptación actualmente.